lunes, 15 de marzo de 2010

LA ALICIA DE BURTON

Mi política de vida siempre ha sido que cero expectativas igual cero decepciones (y viceversa), y el último esfuerzo fílmico de Tim Burton no hace más que reconfirmar mi teoría. De verdad verdad estaba seguro que me iba a encantar, pero como en veinte minutos caí en cuenta que más bien iba a ser todo lo contrario. Lista resumida de faltas:

Mucho efecto visual y toma panorámica, pero poco más que eso. Burton sustituye su paleta cromática color moretón y subtonos pesimistas por un alegrísimo arcoiris de temas muy amigables para toda la familia. Culpemos a Disney.
Siguiendo la tradición Disney, la trama (predecible y llena de agujeros y deus ex machinas) amarra indiscriminadamente Alicia en el país de las maravillas con A través del espejo. Gato de Chesire y Liebre de Marzo junto a Jabberwocky y Tweedledee y Tweedledum. Ahora hay una reina blanca del ajedrez buena y bella (que siempre tiene las manitas haciendo piruetitas en el aire) y una reina roja de los corazones de las barajas mala y fea (que ni siquiera por estar maquillada como draga pegaba buenos gritos).
Naturalmente, la vi en 3-D. A diferencia de Avatar, aquí las narices de los actores no sobresalían de la pantalla.
El seseo del sombrerero loco, en un intento vano de robarzze el zzshow.
El lamentable baile celebratorio al final de la película, que afortunadamente termina rápido. ¿Y quién era esa que cantaba sobre los créditos al final, la Miley Cyrus de esta temporada?
Pero si yo estoy decepcionado, no quiero ni pensar en las hordas de niños góticos que indudablemente esperaban que la Alicia de Burton fuera un ejército de gosuroris tokiotas marchando por un universo digno de deviantART.
Tal vez estoy muy viejo para estas cosas, o muy nuevo (porque a mis papás les encantó). O tal vez soy un snob que creció leyendo a Carroll, más recientemente en una serie de ensayos de Umberto Eco que lo amarran a la obra de James Joyce. Okay, sí soy un snob.
Para limpiar el paladar, después vi otra adaptación fílmica de un clásico infantil que estaba seguro seguro que me iba a encantar, pero que nunca he leído: Where the Wild things Are de Spike Jonze. Todavía no estoy seguro si me gustó. Definitivamente era una película para adultos que crecieron leyendo el libro, y que rellena los amplios vacíos entre página y página y entre rima y rima del original con la neurosis del director. Estas son las aventuras de un niño que cualquier familia norteamericana medicaría con Ritalin en un mundo de monstruos que cualquier familia norteamericana medicaría con Zoloft. No puedo esperar a comparar mis diagnósticos con mi psiquiatra de cabecera.
Darién Montañez