Así como en la moda, el séptimo arte obedece a las tendencias de los públicos más importantes, casi siempre aquellos vinculados a los jóvenes. Podría decir que esto se limita a Hollywood, pero hoy en día estaría mintiendo, porque a pesar de que el cine independiente está vivo y coleando en todo el mundo, en el fondo la mayoría de los realizadores quieren hacer un blockbuster o apelar a una audiencia cada vez más amplia.
En ese sentido, la primera secuela de Twilight (esperen un par más) es una película que paralelamente con el libro que la inspiró, representa la básica historia de amor juvenil imposible que Shakespeare estableció en Romeo y Julieta. ¡Hasta lo aluden en el guión, los descarados! El giro moderno es que los protagonistas, por lo menos los masculinos, son monstruos certificados (vampiros, hombres lobo), mientras que la damisela bella y delicada hoy la podríamos catalogar como una co-dependiente maniaco depresiva con tendencias suicidas en potencia, un tipo de chica que en tiempos de los Capuleto todavía no era muy popular, pero que en el siglo XXI podría ser cualquier niña adolescente clase media.
Aunque tiene mejores secuencias de acción que su predecesora, la cinta se hace lenta en el medio por la atención que se le da al triángulo amoroso entre la sufrida Bella, el etéreo y ausente Edward, y el exageradamente sexual Jacob. “Por su propio bien”, el vampiro Edward se aleja de Bella, quien encuentra consuelo en Jacob, cuya pubertad en vez de sacarle espinillas le sacó lo licántropo. Bella añora al chupa sangre, mientras el lobo le mete cizaña con ganas de meterle otras cosas. Hay otros peligros y sub-tramas, pero esta es la esencia de New Moon, que visualmente se manifiesta en escenarios de bosques húmedos y fríos, hombres lobo que sin dolor se transforman en animales grandes de CGI (más no en mutaciones de horror), y vampiros de ojos rojos, ligeramente amanerados, con fuerza sobrehumana, telepatía y la capacidad para esfumarse a voluntad.
El clímax, que obviamente deja un final abierto para una continuación, resalta solo por la breve aparición del personaje de la vampira Jane, interpretada por una crecida pero siempre maléfica Dakota Faning, a quien seguro volveremos a ver con más escenas en la película siguiente.
“New moon” está llena de diálogos cliché, escenas predecibles y actuaciones que si se miran de reojo rayan en lo caricaturesco, pero eso lo veo con mis ojos más maduritos que leyeron la novela de Bram Stoker y se aculillaron con “Un hombre lobo en Londres”. Para las generaciones jóvenes, que se siempre serán esclavos de sus alocadas hormonas, al igual que para todos aquellos que les guste el romance y la aventura sin tanta complicación, esta película llenará todo su checklist para una historia entretenida.
En ese sentido, la primera secuela de Twilight (esperen un par más) es una película que paralelamente con el libro que la inspiró, representa la básica historia de amor juvenil imposible que Shakespeare estableció en Romeo y Julieta. ¡Hasta lo aluden en el guión, los descarados! El giro moderno es que los protagonistas, por lo menos los masculinos, son monstruos certificados (vampiros, hombres lobo), mientras que la damisela bella y delicada hoy la podríamos catalogar como una co-dependiente maniaco depresiva con tendencias suicidas en potencia, un tipo de chica que en tiempos de los Capuleto todavía no era muy popular, pero que en el siglo XXI podría ser cualquier niña adolescente clase media.
Aunque tiene mejores secuencias de acción que su predecesora, la cinta se hace lenta en el medio por la atención que se le da al triángulo amoroso entre la sufrida Bella, el etéreo y ausente Edward, y el exageradamente sexual Jacob. “Por su propio bien”, el vampiro Edward se aleja de Bella, quien encuentra consuelo en Jacob, cuya pubertad en vez de sacarle espinillas le sacó lo licántropo. Bella añora al chupa sangre, mientras el lobo le mete cizaña con ganas de meterle otras cosas. Hay otros peligros y sub-tramas, pero esta es la esencia de New Moon, que visualmente se manifiesta en escenarios de bosques húmedos y fríos, hombres lobo que sin dolor se transforman en animales grandes de CGI (más no en mutaciones de horror), y vampiros de ojos rojos, ligeramente amanerados, con fuerza sobrehumana, telepatía y la capacidad para esfumarse a voluntad.
El clímax, que obviamente deja un final abierto para una continuación, resalta solo por la breve aparición del personaje de la vampira Jane, interpretada por una crecida pero siempre maléfica Dakota Faning, a quien seguro volveremos a ver con más escenas en la película siguiente.
“New moon” está llena de diálogos cliché, escenas predecibles y actuaciones que si se miran de reojo rayan en lo caricaturesco, pero eso lo veo con mis ojos más maduritos que leyeron la novela de Bram Stoker y se aculillaron con “Un hombre lobo en Londres”. Para las generaciones jóvenes, que se siempre serán esclavos de sus alocadas hormonas, al igual que para todos aquellos que les guste el romance y la aventura sin tanta complicación, esta película llenará todo su checklist para una historia entretenida.