miércoles, 13 de enero de 2010

AVATAR

Apenas comenzaron a correr los créditos al final de Ávatar, la nueva y súper esperada cinta del estadounidense James Cameron, me dije a mi mismo “visual y cinematográficamente no me impresiona algo así desde la trilogía de El Señor del los Anillos”; los créditos siguieron corriendo y cuando vi que los efectos especiales fueron a cargo de Weta Digital, todo encajó.

Weta es el estudio de efectos con base en Wellington, Nueva Zelanda, el cual se estableció y creció con la ayuda de Peter Jackson y todo el proyecto de Gollum y su clan, y aparte de las animaciones de Píxar, estos kiwis (neozelandeses) son los meros meros en efectos digitales de pre y post producción en el mundo. Ávatar es un claro indicio de sus avances en casi 10 años de trabajo: los actores y escenarios reales se mezclan sin casi diferencia alguna con el mundo ficticio del planeta Pandora, un mundo con una flora y fauna alucinante y unos habitantes altos y azules llamados Na’vi.

Cameron, siempre un pionero técnico, se tomó su tiempo para superarse a sí mismo. Más de una década, de hecho. Ya había asombrado a todos con el líquido metálico de Terminator 2, con los monstruos espaciales de la Alien original, y con toda la envergadura que implicaba el volver a recrear el hundimiento del Titanic. Ahora regresa con una historia de ciencia ficción (uno de sus territorios favoritos) escrita por él, y en la cual muestra muchas cosas relevantes sobre el cine y la sociedad actual. En lo que al séptimo arte se refiere, el tipo es como si director quisiera decir: “La tecnología es buena. La tecnología te permite ir donde no habías podido llegar antes. Combinar cine tradicional con efectos digitales es el futuro, y el futuro es ahora”. Ampliamente lanzada la mayoría del mundo en 3D, algo de por sí poco común, Ávatar es como caramelo para los ojos: los colores brillan y vibran; las perspectivas y las tomas asombran y hasta causan vértigo; y la interacción entre lo realmente filmado y lo digitalmente producido supera todo lo que has visto hasta ahora. George Lucas, muérete de envidia.

Pero el elemento técnico de esta película es sólo el canal para que el mensaje de la historia llegue hasta el fondo y “si perdedero”, como quien dice. El guión, con diálogos de comic pero con un concepto noble, es como si se recreara la conquista de los españoles a América… pero en el futuro y en otra galaxia. La trama consiste en que en el planeta Pandora, y debajo del lugar más sagrado de su civilización que vive en directo contacto con su medio ambiente, existe un mineral que en el futuro es una gran fuente de energía para la Tierra carente de petróleo y agua. Científicos han desarrollado avatares de carne y hueso, es decir, cuerpos de Na’vis que pueden ser accesados por un humano que lo maneja con su mente mientras duerme conectado a una central. Con un buen módem, seguro, y más avanzados que esos avatares de las comunidades virtuales de la actualidad. Un militar inexperto tiene el trabajo de, con su cuerpo Na’vi, infiltrar a la comunidad y convencerlos de que se muden para poder hacer una gran mina en su casa. La lucha entre conquistados y conquistadores no tarda en llegar, acompañada nociones sobre el equilibrio natural y la batalla del bien sobre el mal. Es el conflicto entre la diplomacia y la fuerza, el respeto a las culturas y soberanías ajenas, los deseos imperiales, y la relación directa entre los seres vivos y su medio ambiente, todos temas de actualidad con eso del calentamiento global, las guerras, las superpotencias y el apetito voraz que por lo general lleva a la humanidad a cometer errores que solo la historia asiste en su arrepentimiento.

En Ávatar hay fantasía, mucha acción y una buena dosis de romance, todos elementos propios del “blockbuster”. Las actuaciones de Sigourney Weaver, Zoe Saldaña, Sam Worthington y Stephen Lang son buenas, pero joyas como Giovanni Ribisi y Michelle Rodríguez aburren. La película es larga, algo más de dos horas, y el ritmo baja a ratos para volver a subir a un tempo vertiginoso que puede causar dolores de cabeza a personas de la tercera edad o con problemas de la vista. Cameron es un director que además de siempre pensar en grande, se atreve a correr riesgos áreas como el casting, la musicalización y la trama, y aunque ciertos detalles no terminen de convencer el paquete completo no deja de ser admirable.

Películas como esta, y realizadores como Cameron, apasionan a niños y crean fanatismo en hombres amantes de la aventura, mientras conmueven a todos los que aprecian (y son muchos) las historias de heroísmo con toques de ciencia ficción. Esto les hará ganar mucho dinero en taquillas de todo el mundo y múltiples reconocimientos técnicos. Pero en el subtexto, Ávatar muestra que los valores del amor, la justicia, la solidaridad, y como si no fuera menos importante, el amor por la naturaleza, son el marcador de nuestro estado como civilización y que regirán el devenir de nuestras acciones futuras. Un filme completo con o sin 3D, pero no recomendaría ir a verla acompañado de aquellos que gustan de dormir en el cine o que prefieren dramas y actuaciones más convencionales.

Raúl Altamar Arias